jueves, 9 de julio de 2020

"Ser Grande teniendo todo en contra"


Newell's Campeón 9 de julio 1991
El siguiente es la reporducción del capítulo "Para contarle a los hijos", del libro DE NEWELL, por José Dalonso, 2003. Si molesta o es desubicado compartir el pasaje, avisen nomás, y será removido.

Sobre el partido exiten los vídeos de la transmisión. Los 90 minutos, el alargue, la serie de penales... todo. Lo que podamos recordar, o evocar, se diluye.... por eso preferimos compartir un pasaje donde está todo, ¿para qué más? Gracias NEWELL'S

"En el partido pasó lo que todos ya sabemos, agarrones, penales en el área de Boca, y "siga, siga" decía Lamolina, y seguía. Cada pelota dividida era para Boca. Y cada foul era para Boca. Sin embargo, nunca se perdió la calma. El Gringo no se caracterizaba por atajar penales, pero se sí caracterizaba por tener unos huevos enormes, y sabíamos que nos iba a dar algún tipo de alegría ese día. Tapó dos, terribles. Y después de eso la locura. La locura de darte cuenta que estás en la cancha de Boca dando una vuelta olímpica, con otra camiseta, con la camiseta Nuestra. Y ver que el estadio en dos minutos quedó vacío, y quedaron toda esas dos tribunas de Newell's llenas hasta el tope volviéndose locos. Yo recuerdo mucho las caras de la Gente. La cara de felicidad, como diciendo "esto no nos lo quitan nunca más nadie, esto es Historia. Somos Newell's, somos el mejor equipo del país, estamos dando la vuelta olímpica en la Bombonera, en su propia cancha". La verdad que fue extraordinario. Después entrar al vestuario. Uno de los primeros en entrar al vesturio fue Antonio Allegre, el presidente de Boca, a felicitarnos. Un gesto de los que hoy se ven muy pocos. Y me acuerdo que una de las personas que entró junto a Allegre fue mi papá. Yo no sé cómo hacía mi viejo, pero toda la vida fue así. Donde yo jugara, terminaba el partido, si él estaba viendo el partido, no sé cómo hacía, pero llegaba al vestuario y entraba. Así que mi viejo se metió a ese vestuario al que entraba muy poca gente a festejar con nosotros. Era una locura, una alegría enorme. Después llegaron los viejos de Berizzo, de Poche, de Gamboa, estaban todos enloquecidos. Porque si sabíamos que podíamos ser Campeones, había que después concretarlo, y no era fácil. Ese equipo peleó contra todos, y le ganó a todos. Por eso tuvimos esa felicidad tan grande de estar adentro de la cancha de la Boca dando la vuelta olímpica, y toda esa Gente que había viajado desbordaba de felicidad. Les mando un abrazo Grande, y Gracias por el afecto y el cariño de siempre", Cadi Ricardo Lunari mensaje 9 de julio 2020, GRACIAS NEWELL'S GRACIAS

Once Leproso que salió al campo el 9 de julio 1991. Arriba: Berizzo, Martino, Scoponi, Pochettino, Garfagnoli y Fullana. Abajo: Saldaña, Domizi, Llop, Cozzoni y Zamora.

"Para contarle a los hijos"
José Dalonso
DE NEWELL; 2003

"Embarradas, sudorosas, en algunos casos desgarradas y por, sobre todas las cosas, llenas de gloria. Así se veían desde la tercera bandeja de la Bombonera las camisetas rojinegras de ese puñado de guapos que nos venía a entregar el cuarto campeonato, junto a Marcelo Bielsa y el profe Jorge Castelli. Era el 9 de julio del 91, más de ocho mil almas deliraban. Pudieron ser más si Antonio Allegre y Carlos Heller, presidente y vice de Bocam no hubieran retaceado las populares.


Caía la tarde y en el cielo rojinegro brillaba la cuarta estrella. Al año siguiente llegaría una más, pero nunca tan cojonuda como aquella del 9 de julio.
La pelota se fue pr arriba, el inmenso Gringo salió corriendo con un brazo en alto y aterrizó de rodillas en el barro. Se abrazó con ese león llamado Llop y después llegó el resto. Pero ninguno de los hinchas rojinegros presente los podía ver.

Es que de tanto mirar ese cielo gris y agradecerle "al de arriba", casi no podíamos reparar en ese puñado de gigantes que habían dejado las camisetas de Newell's como deben quedar después de cada partido, valga la repetición, embarradas, sudorosas, en algunos casos desgarradas y, por sobre todas las cosas, llenas de gloria.


Y él pensó: "Me puedo tranquilo. Ya estoy hecho. Éste es el mejor recuerdo que voy a tener para mis hijos". Y se imaginó contándole una y cien veces como salió de calle Gálvez y Paraguay en la traffic llena de ilusiones, de la lluvia, de que sólo nos dieron 8.000 populares, porque si no les copábamos la Bombonera, del gol anulado a Cozzoni, del penal a Pochettino, de la infame patada de Moya a ese dios llamado Tata Martino, del reloj que no corría, de es hinchada loca que no dejó de gritar en todo el partido. Del alargue, de los penales, de Bielsa y Castelli abrazados a sus muchachos, de "La doce" muda. Habíamos ganado la misma final que perdieron los [coso] en el '70 (1), que El Gráfico tenía preparada una tapa con Boca Campeón, que ellos se reforzaron - no les alcanzó con el brasileño Gaucho y la vieja Reinoso - y que el Loco prefirió respaldar a muerte a sus pibes. De la entrega del ciego Fullana y de Garfagnoli, puro corazón y huevo; del Negro Zamora haciendo slalom en el barro.

Pochettino, Boldrini y Fullana, festejando el título. Foto revista Solo Fútbol
Y se imaginó contándoles de nosotros, fundamentalmente de nosotros, la más maravillosa hinchada del planeta que llegó en tren, micro, a dedo, en camioneta, en auto; que volvíamos a cantar "que de la mano del Loco Bielsa, todos la vuelta vamos a dar", que regresamos a Rosario a puro bocinazo, que nos abrazamos con los que esperaban en el bulevar Oroño, que nos metimos en el Parque y volvimos a dar la vuelta. Que esa noche nadie durmió en Rosario, más de la mitad porque estaba de fiesta.

Y que también les iba a contar a sus hijos que ese bendito 9 de julio se sintió más hermano que nunca de los miles de Leprosos de la Tierra y del cielo (espiaban desde las nubes, juró habrlos visto); de los que vieron como Pontoni y Canteli hacían goles, pero padecían los arbitrajes; de los que nos llevaron de la mano al Parque y nos alzaron para ver a Marcos, Silva, Obberti, Zanabria y Bezerra; de aquellos que nos desprendimos un día para colgarnos de los trapos y viajar con Newell's a todas las canchas de la Argentina. Y les dirá que se abrazó con miles de desconocidos, que bebió del más barato de los vinos y le pareció champán, y que la noche fría y oscura de ese invierno del 91 le pareció más cálida y clara que nunca. Todo porque en el cielo brillaba la cuarta estrella rojinegra.

Y un día llegaron los hijos y, a la par de "mamá" y "papá" empezaron a balbucear "soy de Ñubel" y a pedir con la dulce curiosidad de la infancia: "Dale, contanos lo de la Bombonera". Y él siempre arranca igual. Los abraza como si formaran un scrowm de rugby y se ponen a cantar juntos: "Miren, miren que locura; miren, miren que emoción; ese es el famoso Newell's que se fue a la Boca y salió Campeón".

Después, les cuenta el partido, mientras le saltan chispas de los ojos."

(1) En la final del Nacional 1970, Boca perdía, pero lo dio vuelta a pura garra. Todo lo contrario de lo que sucedería más de 20 años depsués.








Recortes: revista El Gráfico
                revista Solo Fútbol
                Libro Newell's, Editorial Atlántida, 2001




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